Tu tercera vuelta al sol

Como ya es tradición, llega tu cumpleaños y nuevamente te celebro como yo mejor sé, escribiéndote. Empecé la primera carta como una bienvenida, entre la incógnita y las promesas y luego fueron llegando otras hasta esta en que celebramos tu tercera vuelta al sol. Ojalá algún día, releeas estas cartas y te guste reencontrarte con esa Nadia, que, inevitablemente, olvidarás con el paso de los años. Si de algo sirve la escritura, entre muchas otras cosas, es fijar en el tiempo aquello que ni la memoria podrá retener.

Y eso es lo que yo trato de hacer, capturar esos instantes, esos momentos que pasan rápidos para legártelos como el mejor de los recuerdos de tu primera infancia.

Debo confesarte que tu tránsito de los dos a los tres años ha sido de una intensidad abrumadora en todos los sentidos. Ha habido tanto de todo, tal explosión de sentimientos, vivencias, experiencias que una carta se me queda brevísima para explicártelo. 

En estos meses, creo que la oxitocina que quedaba en mi cuerpo aún de puérpera -porque sí, que no te engañen, el puerperio no dura cuatro meses- se fue perdiendo y la idealización de la díada mamá-bebé se ha ido transformando en lo que ha de ser: una relación de a dos. Una relación con sus momentos buenos, otros regulares y algunos malos. No te quiero engañar, criar creo que es el reto más difícil que he tenido en la vida.Y durante este tiempo he estado haciendo equilibrios constantemente por este desfiladero de las emociones y las frustraciones, capeando rabietas, confusiones y extrañezas -tuyas y mías-, cargando una mochila de culpa que no la quiero, pero que a veces no sé quitarme. Y así, intentando ser indulgente contigo, he olvidado serlo conmigo. Intentando poner límites, he llegado a los míos. Intentando ser buena madre, a veces he sido la peor. Dicen que hay que practicar el autocuidado. En ello estoy. De hecho, redactar esta carta es un regalo para ti y un ejercicio de autocuidado para mí, puedo hacer lo que más me gusta, escribir, para la mejor lectora que pueda tener, tú.

En este paso de tus dos a los tres, has dejado de ser un bebé para convertirte en una niña tímida e independiente que quiere ser mayor y hacerlo todo sola, excepto dormir y dejar el pecho. 

En este tiempo has dejado de ser el bebé tranquilo para ser una niña con carácter, para mostrarnos que tú también tienes mucho qué hacer, decir y decidir. ¡Y qué nadie te diga lo contrario!

En este tiempo te has lanzado a hablar de lleno y aunque empezaste tarde has cogido carrerilla y ahora no hay quien te pare. Supongo que como mujer de letras, tu adquisición del lenguaje me tiene fascinada. Que sepas conjugar tiempos verbales correctamente, que sepas que una bandera se iza o me expliques que es una escayola, me dejan sin palabras, sí a mí, ¡resulta curioso! Con el habla también han llegado las canciones -esas que no dejas que cante nadie más que tú. Y con las canciones los bailes y tu tutú de bailarina, tus ganas de disfrazarte y de descubrirte con cariño ante el espejo -ojalá nunca dejes de mirarte con tanta curiosidad y amor a ti misma.

En este tiempo también tu pensamiento ha dejado de ser tan abstracto para pasar a ser más concreto y reflexivo. Que sepas diferenciar emociones, sentimientos y hasta te des el lujo de jugar con ellos es tremendamente curioso.

En este tiempo has seguido explotando el juego simbólico y que no te quiten de ahí. Las construcciones, los puzzles y las mesas de experimentación están muy bien, pero donde haya una cocinita y unos cacharritos que se quite lo demás. Tu carácter recolector aún permanece, aunque ahora recolectas con el fin de jugar, no solo de admirar lo que recoges. También te encanta dibujar y en las últimas semanas has pasado de hacer trazos sin sentido -para los ojos adultos- a hacer formas que representan caras, lugares, situaciones. Con los cuentos has descubierto a nuevas amigas como Olivia, aunque también te tiene enamorada otra cerdita más televisiva.

En este tiempo has descubierto las rutinas de la escoleta y vas contenta y feliz, aunque luego allí la timidez te pueda. Eso sí, que no te quiten a Candela, que como tú siempre afirmas es tu “amiga” y eso la primera vez que te oí decirlo me pareció muy divertido. También disfrutas mucho de la piscina y aunque eres signo de Aire, el agua te entusiasma incluso ahora que ya vas sola, sin papá o mamá. 

Son tantas las cosas que me gustaría seguir recordando para ti… Pero esta carta ya ha de llegar a su fin. Dicen que a los tres años llega la fase definitiva de separación entre el bebé y la madre. Que a partir de aquí, el bebé ya niño/-a se siente un ser independiente más allá del cuerpo que lo gestó durante nueve meses. Y cuando pienso en ello, por una parte me alegro. ¿Qué mejor que tener el privilegio de verte crecer? Pero al mismo tiempo siento una cierta lástima porque esto supone perderte un poco de mí. Los hijos son de la vida, que decía Khalil Gibran. Y es cierto, tú eres de ti misma, perteneces a la vida, al mundo, a todo lo que te espera. Pero, recuerda que siempre tendrás en estos brazos, abrigo; en este pecho, refugio; en estos labios, besos y en estos oídos, escucha.

Con o sin oxitocina, te quiero. A pesar de todos los peros, te debo la ilusión, la energía y la oportunidad de disfrutar(te), de aprender(te) y de vivir(te). Por todo ello, te celebro hoy y cada día, en presente, que es como mejor se ama. ¡Felices tres, pequeña mía!

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