
27 Ago Sigo aquí / Maggie O’Farrell
Hace unos minutos que he acabado de leer Sigo aquí de Maggie O’Farrell y yo sigo aquí, también, intentando digerir lo que he leído, pero sobre todo, lo que me ha hecho sentir. Vaya viaje se ha marcado O’Farrell en esta obra narrando momentos cercanos a la muerte (¡nada menos que diecisiete!) y que a mí me ha llevado por una montaña rusa de emociones que ni en el mejor parque de atracciones. Sigo tan impactada, tan removida, tan consternada, tan viva y tan aquí que creo que me costará escribir esta reseña. Pero quiero hacerlo, quiero dejar constancia de este libro de memorias, recordarlo siempre para, como diría Thoreau, no darme cuenta, en el momento de morir, de que no he vivido. Porque leer también es vivir. Y, precisamente, en este verano algo extraño donde la vida parece prender de finos hilos, la lectura también me ha recordado el tan manido Carpe diem (no sé qué diría Horacio si levantara la cabeza y viera lo mucho que usamos esta expresión hoy en día).
Sigo aquí es la última novela traducida al español de Maggie O’Farrell, a la que desde ahora adoro y pongo en un pedestal. Ya me encandilé de ella en La primera mano que sostuvo la mía, pero ahora con este libro autobiográfico, con este ejercicio de nudismo literario, ya me he rendido a sus pies. Creo que hasta ahora no tenía una autora preferida. ¡Bienvenida, O’Farrell a esta categoría que aún tenía por estrenar!
En esta obra narra en relatos más o menos breves, los diecisiete momentos en que se ha enfrentado y ha esquivado a la muerte. Uno puede pensar que diecisiete son muchas veces y, efectivamente, lo son. Pero con una vida vivida al máximo, todo tiene una explicación. O’Farrell sufrió una enfermedad muy grave durante su infancia y, como ella misma explica, aquello la cambió para siempre. A partir de aquel momento podía haber vivido resignada y asustada, pero al contrario, sintió que aquel cruce con la muerte la espoleaba a vivir con osadía. Así se explica que se lanzara al océano de jovencita, que viajara sin temor por todo el mundo aún a riesgo de ser atracada en las montañas de Chile o de que una ameba estomacal acabará con su vida. Luego llegó la maternidad y como ella misma cuenta, la responsabilidad le pudo, pero entonces la vida le siguió poniendo a prueba con un parto donde casi se deja la vida, un aborto a superar o la enfermedad de su hija mayor. Todas estas historias que podría parecer que salen de un folletín son verídicas y O’Farrell las cuenta con maestría. Su literatura es literatura en mayúsculas. Solo hace falta leer algún fragmento para darse cuenta de ello.
Ciertamente, hay relatos que gustan más que otros, seguramente, porque por motivos personales, uno siente más cercanos. En cierto modo, es como leerse a una misma y empezar a recordar… Recordar esos momentos en que yo también he jugado con la muerte. Como cuando tuve un accidente de coche con 15 años, tres meses de hospital, un año de rehabilitación, cinco operaciones, pero aquí sigo. Como cuando con 21 años, un día en la ducha matinal tosí y empecé a notar un silbido extraño en cada respiración. No quise darle importancia, quise ir a clase, pero supe que algo no iba bien,estaba realmente fatigada. Llegué al hospital y con cara de poker te dicen que tienes un neumotorax. ¿Es grave? ¿Tengo que preocuparme?, pregunté ante mi ignorancia. Y el silencio que guardó aquel doctor me empañó de miedo el alma. Con el tiempo supe que no aquello no era tan grave ni tan infrecuente, pero en aquel momento, aquel doctor parecía llevar la guadaña escondida en algún sitio.
También O’Farrell describe con precisión sentimientos y pensamientos que despiertan con la maternidad, que no deja de ser pura vida, pero también responsabilidad, dolor por el sufrimiento ajeno, dudas, incertidumbre… Y es que como dice la autora en una entrevista “La maternidad te vuelve una persona más cauta, porque ya no temes por ti, temes por lo que dejarías atrás de no estar”(1).
Y, por supuesto habla, de su deseo de escribir y de viajar. Escribir no como “una vía de escape, sino una alternativa a la vida real”(2) y viajar como alimento para la imaginación. Creo que nunca había leído una descripción que pudiera suscribir al cien por cien.
“Conocer cosas nuevas, sonidos, lenguas, sabores, olores, estimula la formación de nuevas sinapsis en el cerebro, rutas distintas, circuitos nerviosos diferentes, que aumentan la plasticidad neuronal (…) Lo supe instintivamente a los diecisiete años. Esa corriente incontestable de novedades, el estímulo de un territorio ignoto, la sobrecarga de lo desconocido, todas las sinapsis disparando, conectando, enviando señales, abriendo vías nuevas. Nunca olvidaré aquel trayecto entre el aeropuerto y el centro de Roma, la primera impresión de la ciudad. Y nunca perderé la emoción que suscita el viaje. Sigo deseando el impacto físico y mental de estar en un sitio nuevo, de bajar las escalerillas del avión y encontrarme con otro clima, caras diferentes, lenguas distintas”.
Porque, precisamente, si hay un libro lleno de vida es esta autobiografía repleta de encontronazos con la muerte. Como he dicho antes, O’Farrell me pongo a sus pies. Nada más que decir. Bueno, sí, que si leer da vida, leer a esta autora debe dar vidas extras.
(1) Entrevista a Maggie O’Farrell, El País (julio 2019)
(2) Entrevista a Maggie O’Farrell, El Periodico (febrero 2019)
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