
29 Ene Reseña: Horas de invierno
Leer a Mary Oliver es un bálsamo para el alma, una especie de prozac natural, que te hace reconciliarte con la existencia. Sus textos, sus poemas, transmiten vida de una manera única, cero naif, pero sí con presencia y certeza. Mary, como ella misma afirma, es consciente del mal del mundo, pero es capaz de aceptarlo y abordar lo bueno. No hace dramas (¡mucho que aprender de ella!), sino que asume los diferentes ciclos de la vida con entereza y disfrute. Y muchas veces ese goce viene dado de su vínculo con la naturaleza o a través de la escritura.
Todo ello aparece en este libro recién publicado por Errata Naturae donde se reúnen algunos de sus ensayos y poemas bajo el título Horas de invierno. En estos textos, Mary nos acerca a sus recuerdos y memorias y a esa naturaleza sin la cual como ella misma comenta no podría ser poeta, “pues para mí la puerta al bosque es la puerta al templo”.
Habla en esta obra de una manera muy espiritual casi mística de la naturaleza, de la escritura –sobre todo de la poesía-, de la creación y del alma humana. También repasa a algunos autores que han marcado su propia existencia (Whitman, Frost, Poe…) y los analiza desde una visión vinculada a lo emocional. Nunca había leído sobre la escritura de Poe como lo muestra Mary, la verdad. Siempre desde una visión muy personal de su obra. Y de la misma manera, me emociona cuando habla sobre Whitman, porque, aunque de forma diferente, ambos poetas, Mary y el tío Walt, escribían para despertar al alma. ¡Y vamos si Mary lo hace!
“Yo creo en el alma: en la mía y en la tuya, en la del arrendajo azul y en la de la ballena piloto. Creo que todos los jilgueros norteamericanos que sobrevuelan la burda ambrosía tienen alma, y también la ambrosía, todas y cada una de las plantas y, bajo ellas, las piedras diminutas del suelo, y las partículas de la tierra. No lo creo de un modo romántico, ni poético, ni emocional, ni metafórico, salvo porque toda realidad es metáfora, sino firme, desmañado y absoluto”.
Como comentaba antes, Mary Oliver en su obra no es naif ni cae en el optimismo fácil y misterwonderfulero. Bien al contrario, en su obra hay un camino recorrido a través de dolor de la propia vida, pero que es capaz de transmutar, hacerlo suyo y volver a ver la belleza de lo cotidiano, de la naturaleza, del mundo. Y creo que por eso siento que conecto con ella y su obra, porque de alguna manera Mary me ayuda a confiar de nuevo en el universo.
“¿De dónde proviene tal fuerza? ¿Qué significa? Una voz débil en mi interior sugiere una posibilidad: ¿cómo va haber redención y resurrección sin una gran aflicción? Y ¿no son acaso la lucha y la superación las auténticas tareas de nuestras vidas? (…) Entretanto, esto es lo que sé: la maldad forma parte de nuestro bello mundo. Y aunque mis escritos le dediquen poca atención, no soy miope; yo también he padecido su proximidad y he sentido la agonía casi física que produce, incapaz de mediar o de mitigarla o de hacer algo eficaz al respecto”
Son tantos los párrafos que he subrayado en este libro, que no tengo espacio para escribirlos todos. Por eso, solo me queda recomendaros esta joya (y, también su obra La escritura indómita). Como os decía son bálsamo para nosotros, humanos del siglo XXI, que a veces estamos tan perdidos y desarraigados de nuestra verdadera esencia.
Dice Mary en un momento que ella “Escribiría poemas de alabanza que sirvieran de consuelo, recordatorio o incluso de advertencia en caso de necesidad, para mentes descarriadas y corazones adormilados”. Créeme, Mary, allí donde estés ahora, que lo consigues con cada uno de tus poemas, con cada uno de tus escritos.
Nayra
Publicado a las 12:25h, 31 eneroayyy nuestra Mary. ¡No sé si me gusta más ella o tú!
silviagg
Publicado a las 22:13h, 31 eneroNuestra Mary, a la que adoramos por encima de todas las cosas.