
01 Oct La volatilidad de los afectos
Aquella noche cuando el reloj marcó las 3:33, ya no pudo volver a dormir. Trató de conciliar el sueño de nuevo, pero una sensación de vacío se había depositado en su estómago y no era precisamente por hambre.
Después de dar vueltas y vueltas entre ovejas contadas y visualizaciones de playas paradisiacas, se levantó de la cama y notó como la sensación hueca del estómago tomaba todo su cuerpo. Aún en ese estado de insomnio extremo y desconocido para ella, fue consciente de que estaba vacía de afectos y llena de soledad. ¿Acaso se podía vivir con tal contraposición? Efectivamente, sí, vivir se vivía, pero tal vez, con cierta incomodidad en el alma.
Sin darse cuenta, con el transcurrir de los años, a pasos de hormiguita los amores de todo tipo se habían ido esfumando. Ya fueran los novios oficiales, los amantes de incógnito, las amistades de la infancia y de la adolescencia y los que llegaron después de la treintena. Todos aquellos aprecios habían ido desapareciendo, sin reflexión, simplemente llevados por las olas de la cotidianidad hasta llegar esta resaca de emociones, donde el oleaje dejaba paso a un vacío del que ahora era consciente.
Echaba la vista atrás y pensaba en cada uno de aquellas personas que había conocido, que había querido y la habían querido. Pero los afectos eran volátiles, algunos más efímeros que otros, pero siempre acababan cambiando de forma, mutando, hasta desaparecer. Quién había sido su mejor amiga ahora era casi una desconocida, quién había sido su pareja ideal ahora era un extraño y el amante ahora era un simple recuerdo de antiguas caricias.
Sí, había amado y se había sentido amada, tal vez, por eso ahora pesara más el vacío. Sí, había amado y se había sentido amada, pero con el tiempo y las prisas de este mundo nuestro se habían perdido las muestras de afecto, el interés mutuo y recíproco. Resultaba curioso porque ella siempre estaba rodeada de gente, pero así, en la oscuridad de la noche, se daba cuenta de que solo eran fantasmas que pululaban por su vida, sin más sentido y aporte.
Se hizo de día entre vacíos anímicos y excesos mentales y al ver despuntar el sol, pensó que los afectos eran volátiles, pero que el efecto que dejan en nosotros es imperecedero.
Sin comentarios