
31 Dic La noria y los trayectos de la vida
El síndrome de fin de año nos ataca de nuevo. Como si de los fantasmas de la Navidad persiguiendo a Mr. Scrooge se tratara, el fin de año regresa y nos “obliga” a echar la vista atrás para hacer balance de lo vivido y lo aprendido y nos incita a proponernos esas listas interminables de cosas a lograr en los próximos doce meses. Es el síndrome de fin de año, bastante similar al de inicio de curso, pero con la carga de la revisión anual -para bien o para mal. Supongo que es inevitable no caer en este síndrome, sin embargo, el fin de este año me ha alentado a enfocar mi pensamiento no en recordar el pasado inmediato ni en aventurar el futuro, sino en ver la vida desde otra perspectiva.
Porque habitualmente pensamos en la vida dividiéndola en buenos y malos momentos y obviamos esos periodos intermedios, en los que parece que no pase nada, pero pasa todo: la vida misma. Esos períodos intermedios a los que no damos la importancia que merecen pero que ocupan la mayor parte de nuestro tiempo. Solo hablamos de las buenas épocas, lloramos por las malas temporadas, pero no nos detenemos en dar su espacio a esos periodos en los que la vida simplemente transcurre. Y, ojo, eso no es cualquier cosa.
La vida es como esa noria a la que subimos y un año más empieza a dar una nueva vuelta. Habitualmente, cuando subimos en ella, con toda la ilusión que nos embarga, ansiamos que nuestra cesta quede justo arriba, desde donde la vista es maravillosa, donde nuestra perspectiva es amplia, donde nos sentimos un poco dueños del mundo. Y cada vez que la noria empieza su viaje, deseamos alcanzar ese objetivo. Pero lo cierto, es que la noria, como la vida, a veces, se detiene a mitad del camino y no estamos ni en el punto más alto, pero tampoco en el más bajo. Sin embargo, nos ofuscamos porque quisiéramos haber llegado arriba, allí donde otros sonríen por haber alcanzado su meta. No nos damos cuenta, que desde allí, desde ese lugar intermedio también podemos descubrir paisajes externos e internos en lugar de sentir envidia por los que se pavonean desde las alturas. Porque, tal vez, el objetivo tampoco debiera ser estar arriba o si lo es, tener en cuenta que nada es permanente, que hoy estás arriba y mañana, tal vez, estés abajo. Que nada dura eternamente. Incluso, cuando tu cesta de la noria detiene su trayecto casi en el punto final, en una de las partes más bajas de su recorrido. Nadie queremos estar ahí. Porque estar en ese lugar muchas veces implica cero perspectiva e ilusión, solo ofuscación. Pero eso también pasará. Y la noria seguirá rodando… Y, al final, eso es lo que importa: que siga moviéndose, que la vida siga transcurriendo con sus altos, sus intermedios y sus bajos -aunque estos últimos nos dejen huella.
Que nos motivemos con retos personales, pero sin frustrarnos si no alcanzamos nuestro objetivo porque uno propone, pero la vida dispone. Que si alcanzamos nuestra meta de estar arriba, no perdamos la perspectiva y creamos que eso es eterno, porque eso también pasará. Que mantengamos la esperanza cuando estemos abajo, porque en algún momento la noria volverá a arrancar y no sabemos dónde nos llevará ese nuevo trayecto. Que apreciemos más esos momentos intermedios, esas rutinas, que a veces nos desesperan porque en apariencia en ellas no pasa nada, pero, repito, pasa todo, pasa la vida.
Yo despido el año pensando en esa noria para que siga rodando conmigo y con los míos y para saber encontrar en cada momento de este nuevo trayecto lo necesario para hacer de la vida un “auténtico” viaje.
Sandra Villa Valenzuela ©
Publicado a las 10:38h, 31 diciembreMe encanta esta comparación…Qué siga rodando Sílvia, feliz viaje para ti y los tuyos! ;*
SilviaGGuirado
Publicado a las 18:18h, 31 diciembre¡Gracias, Sandra! Feliz trayecto para ti también en este 2019 (… y que nos permita tomarnos algún café juntas 😉