
19 Abr Abrazos y mar, deseos en días de confinamiento
Hace unos días mi padre me preguntaba cómo era posible que no hubiera escrito nada en mi blog sobre todo lo que estamos viviendo en estos momentos. Lo cierto es que me pasan muchas palabras por la mente, pero no sabía cómo darle orden a todo este cauce desbravado de pensamientos y sentires. Pero hoy en ese rato único y personal que la noche me brinda, he querido tomar la libreta y el bolígrafo y expresar más que pensar.
Va por vosotros, mamá y papá.
Una de las muchísimas preguntas que nos hacemos los unos a los otros –y por supuesto, también a nosotros mismos- en estos días extraños es qué será lo primero que hagamos cuando todo esto acabe. Aun sabiendo que no habrá un retorno a la normalidad y que, al menos a mí, me cuesta imaginar cómo va a ser la vida en adelante, mi respuesta es bastante sencilla. Una respuesta sencilla, como la de muchas otras personas que apreciamos o hemos vuelto a apreciar las cosas sutiles y casi inefables: quisiera abrazar a los míos y ver el mar. Yo soy muy de mediterráneo, pero creo que el deseo de ver el mar responde a que necesito infinito en mis ojos. Necesito ver más allá de las cuatro benditas paredes de mi casa y de los edificios de enfrente. Necesito ver que hay vida por delante, más allá del momento presente y la crisis que nos vienen anunciando. Necesito oler el salitre y la libertad de las olas y sentir el cosquillear del agua en mis pies mientras se hunden en la arena. Necesito sentir la paz del mar en calma, porque percibo que fuera –y eso que yo estoy dentro- hay demasiado ruido, beligerancia y opiniones categóricas.
También necesito cielo más allá del pedacito que veo desde mis ventanas. Necesito cielo y tiempo para poder mirar con perspectiva y entender quién era, quién soy y, sobre todo, quién quiero ser a partir de ahora. Entender que tras los nubarrones, puede seguir habiendo luz y que la luna, como el sol, seguirá saliendo y podremos aferrarnos a ese ritmo natural ahora que todo es tan incierto.
También necesito naturaleza, de esa que se expande en nuestra ausencia, para lograr tener más presencia. Seguir poniendo los pies en la tierra y, al mismo tiempo, volar alto con cada ráfaga de viento. Para, entre tanto dolor, cansancio y muerte, confiar de nuevo en la vida que crece con fuerza esta primavera ¿perdida?
Sin embargo, mientras no tenga mar que admirar, cielo que ver, ni naturaleza que tocar, permaneceré a la espera, en silencio. De hecho, me está costando escribir este texto. Creo que estos días se dice tanto, se debate tanto, se juzga y critica tanto, que mi voz en medio de todo esto no tiene la menor importancia. A pesar de ello, en este momento, en este aquí y ahora más que nunca, siento que aunque no comunique tanto hacia fuera, comunico hacia dentro. Que es en la escritura donde encuentro mi refugio –siempre que la crianza y el teletrabajo lo permitan. Que es en la propia ficción que voy creando donde encuentro eso que hoy no puedo gozar de puertas afuera. Que también en la danza del cuerpo –bendito bollywood- sigo hallando la energía que pierdo. Que en las llamadas o mensajes siento el cariño de los que me quieren y quiero. Que en el brazo firme y el ánimo atemperado de mi poeta encuentro oasis. Y que en la sonrisa y la mirada de mi hija hallo mar, cielo, naturaleza. Me reencuentro con la ilusión, el entendimiento y la vida en su amplio espectro. Aunque a veces sea a base de pintar arcoíris en las paredes del hogar. Y que en este comunicarme conmigo misma, me encuentro yo en esencia con mis bajos y mis altos, con mis sombras y mis luces, con mis frustraciones y mis alegrías, con mi ira y mi alegría, intentando transformar este confinamiento en un “carpe diem”, aunque sea impuesto. A veces lo consigo y me siento en paz, otras no y quisiera huir bien lejos para apartar esta mezcla de agobio y desasosiego que se me ha pegado a la piel. Supongo que todos andamos sorteando este vaivén de emociones, donde a veces lo íntimo y cercano es suficiente, donde a veces quisiéramos lo que teníamos o algo parecido.
No sé qué nos depara el futuro, no sé si aprenderemos a ser mejores a nivel individual y social, no sé si aprenderemos a respetar el planeta Tierra… Solo sé que quiero abrazar a los míos y abrazar el mar en esta primavera que me niego a dar por perdida.
Diego
Publicado a las 01:33h, 20 abrilTexto precioso. Me encanta. Te felicito. “Possunt quia posse videntur”.