84, Charing Cross Road

 

Imbuida por el espíritu de un viaje a Londres este verano, de pasear por sus calles y, en concreto, por sus librerías de viejo cercanas a Trafalgar Square, quise leerme 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff. Un libro del que había oído hablar en varias ocasiones y al que nunca me había acercado. Así que recién llegada, lo solicité a la biblioteca y en pocos días me avisaron que ya lo tenía. Y cuando fui a recogerlo, dispuesta a resarcir ese gusanito que hacía tiempo me había picado, me encontré con la sorpresa de un libro breve, brevísimo…

Pero en esas pocas páginas, poco más de 100, me encontré con dos cosas que me sorprendieron de la historia: el uso de las cartas como único hilo conductor y el modo en cómo consigue enamorarte de los personajes. Es curioso, como a veces en unas solas páginas se puede esconder tal verdad que llegas a empatizar con los personajes y con la historia de una manera cuasi mágica.

Las cartas… ¿Alguien recuerda lo que es escribir una carta? Y no me refiero a escribir un mail, ni un whatssap por muy largo que sea, ni siquiera, un mensaje de facebook. No, una carta de tu puño y letra, con borrones y unas cuantas páginas. ¿Cuánto hace que no escribes una carta? Precisamente, fue esa una de las cosas que más me gustaron del libro, volver a un tiempo donde la inmediatez de la respuesta no existía, donde la comunicación entre dos personas podía demorarse meses sin perderse por ello el interés y no estaba supeditada al doble click azul, donde la prisa no era moneda del día a día, donde alguien podía “perder” su tiempo en escribir cartas, aunque fueran breves, para solicitar una novela a una librería en la otra punta del mundo. He de reconocer que, por un momento, envidié esa época en la que Helene Hanff y Frank Doel vivieron. Evidentemente, no en toda su totalidad, pues pasaron por una posguerra y tiempos difíciles y llenos de penurias. Pero sí me deleité con esa percepción del tiempo que hemos perdido donde todo transcurre en una agradable lentitud y sosiego… Y, de alguna manera, durante estas ciento y pocas páginas, yo también tuve la oportunidad de parar y dejar que la vida pasara sin agobios ni rutinas ni prisas imperiosas. Y eso solo lo consiguen los buenos libros.

La verdad de la historia y el enamoramiento de los personajes… Ciertamente, hay muchos libros que te cuentan historias reales, historias cotidianas con las que resulta fácil sentirte identificado. En principio, este no es el caso de esta historia… El punto de inicio dista un poco de nuestras visiones actuales. Sin embargo, consigues hacerla tuya de manera cuasi mágica y apreciar a esos personajes. Apenas sabemos nada de ellos, más allá de lo que nos cuenta en las cartas –que más bien es poco-. Así que uno se construye en su mente esos personajes a través de los pequeños esbozos que va encontrando carta a carta y, aunque parezca increíble, al final esos personajes son completos en tu mente. Los has hecho tuyos a través de esos años de intercambios de vida. Y es que a veces el menos es más… A veces no necesitas de grandes descripciones ni análisis de personajes para conocerlos. Simplemente, necesitas que desprendan vida. Y eso es lo que tiene este libro: vida.

Sé que existe una versión cinematográfica protagonizada por dos grandes como Anne Bancroft –mi siempre Señora Robinson- y Anthony Hopkins. Creo que por una vez y sin que sirva de precedente no voy a ver la película… Quiero que mi Helen y mi Frank sigan siendo los que conocí en el libro, no quiero ponerles más rostro, ni gestos ni más detalles… Solo quiero conservarlos tal como los he leído en sus propias cartas.

84, Charing Cross Road es una pequeña joyita para disfrutar sentado junto a una taza de té y dejando que los minutos pasen sin prisa. Solo tú, Helene y Frank –y, por supuesto los demás personajes secundarios- y esas cartas… Esas cartas tan llenas de encanto, literatura y lucidez. Como la vida misma…

PD: Efectos secundarios de la lectura del libro: estoy segura que después de leerlo, querrás recuperar el noble arte de cartearte. Yo ya lo he hecho. Si me lees, Sandra, una está cruzando tierras y océanos para ser leída por ti.

2 Comments
  • cinderellatmidnight
    Publicado a las 07:39h, 20 octubre Responder

    me has picado el gusanillo de la curiosidad y he echado un vistazo a la peli. ostras, los pelos de punta (de emoción, quiero decir). A mí el “rollo” de las cartas siempre me ha gustado. Cuando lo comentaste el otro día en el Instagram, la cabeza se me fue a esa caja enorme que pesa lo menos 5 kg, donde tengo cartas desde el ’92, año en el que me mudé a España. Desde entonces (desde tu comentario en Instagram), la cabeza me vuelve a esa caja, de tanto en tanto, sin darme cuenta. Y quizás acabe sacándola y releyendo algunas… Hay de amigas que se marcharon de mi vida y luego volvieron décadas después. Y otras que se marcharon para no volver… Hhhmmm un auténtico baúl de los recuerdos 🙂

    • SilviaGGuirado
      Publicado a las 16:01h, 23 octubre Responder

      Si abres esa caja y ese baúl de los recuerdos ya me contarás, Bienve!! Seguro, seguro que más de una sonrisa se te dibujará. Besitos y gracias por comentar, artista

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